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lunes, 5 de noviembre de 2007

2 El Siglo XVI.

2 El Siglo XVI.

La llegada de la Edad Moderna supuso un profundo cambio en Europa en todos los órdenes, innegable e indisolublemente ligado a la eclosión del humanismo y el Renacimiento. Para estos primeros humanistas, que se consideraban herederos de la Antigüedad grecorromana, el periodo comprendido entre ésta y su tiempo fue la "Edad del Medio", e inmediatamente tuvo una connotación eminentemente negativa. La connotación de algo por suerte superado.

Uno de los primeros historiadores en empezar a utilizar una división por edades de la Historia fue Vasari, que en 1550 comenzó a utilizar una concepción tripartita que ha llegado sin excesivos cambios hasta nuestros días: Edad Antigua, Media y Moderna, si bien esta periodización iba aplicada a un campo de conocimiento concreto, el de la Historia del Arte. Haciendo una rápida lectura de esta división, se comprueba como el concepto de "modernidad" es aplicado al tiempo del autor, en clara ruptura con el periodo anterior, el Medio. Antes de Vasari, otros autores habían usado conceptos similares para referirse al lapso entre la Antigüedad y el Renacimiento, como "media aetas" o "media tempora". El término "medievo" o el más común de "middle age" se consolidarán en el siglo XVII. Otro ejemplo, aunque nunca llegó a usar explícitamente el término "Edad Media", es el del humanista Flavio Biondo, que historió los sucesos desde el 412 hasta su tiempo, de una forma estrictamente cronológica. En líneas maestras, su periodización coincide con la posterior y más comúnmente aceptada (476-1453).

En líneas maestras, en todo el periodo renacentista se observa una constante con respecto al periodo medieval: es oscuro, indeseable y conviene que no vuelva a repetirse. Para estos "herederos de la Antigüedad" el lapso de más o menos diez siglos desde la deposición de Rómulo Augústulo como último emperador del Imperio Romano de Occidente hasta su propio tiempo, la Europa del Quinientos, iba indisolublemente unido a una noción: decadencia. Decadencia de los valores grecorromanos. Y no sólo afectaba a lo político, sino que por el contrario, el decaimiento afectaba a todos los ámbitos de la vida humana, en tanto el ideal antropocentrista del mundo clásico se había venido abajo a favor de una interpretación estrictamente, por llamarlo de alguna manera, "ortodoxa" del cristianismo y un retroceso urbano y comercial, así como una sociedad desgarrada por continuas revueltas y guerras. Así, la "Edad del Medio" no era más que un paréntesis entre el ideal clásico y su recuperación.

Sin embargo, en muchos aspectos los propios humanistas del XVI parecen contradecirse. El propio concepto que utilizaban a la hora de definir su tiempo, "modernidad", se opone etimológicamente al de "antiguo", que es lo que pretendían recuperar. No parece muy claro como lo moderno puede revivir lo antiguo, como se venía propugnando en ciertos círculos europeos desde el siglo XV, con la "devotio moderna". La ruptura con la escolática medieval con el objeto de dar un paso hacia la modernidad termina por acudir a los Padres de la Iglesia, lo antiguo.

No es por cierto el único conflicto que presentan las nociones de "antiguo" y "moderno" aplicadas al pensamiento del XVI. El propio concepto de "Renacimiento" parece presentar un problema, ya que una vez más parece intentar definir lo moderno a través de lo antiguo, además de alejarse en muchos aspectos (especialmente en los temas religiosos relativos al cristianismo) de los patrones paganos del mundo grecorromano. Analizando este choque conceptual, se puede afirmar que "lo moderno tiene preferencia sólo si imita a lo antiguo".

Lo que es evidente es que todo este conjunto de forzoso entendimiento entre lo viejo y lo nuevo se hace a espaldas de la Edad Media, y desde luego que entre los humanistas europeos no faltaron voces que cuestionaran esa enorme superioridad atribuida a los antiguos. Luís Vives, por ejemplo, criticó esa idea en la primera mitad del siglo XVI, afirmando en su De causis corruptarum atrium que los hombres de su tiempo no eran enanos, ni los antiguos gigantes . No obstante, otros humanistas como Petrarca llegaron a afirmar que entre la antigüedad y su tiempo se extendían las tenebrae, las tinieblas.

Por otra parte, es necesario considerar el propio concepto de Humanismo y lo imaginario de su "modernidad"; si entendemos el Humanismo como un "movimiento intelectual que, apoyado en el mejor conocimiento de los clásicos, recorrió Europa en los siglos XV y XVI" , definición a todas luces acertada, debemos considerar justamente eso: su carácter de movimiento intelectual. Y como todo movimiento intelectual, pecó de un cierto alejamiento de la realidad, lo que nos lleva inevitablemente a considerar lo imaginario de su pretendida "modernidad". El pensamiento humanista se movía en un bipartidismo, en el cual se encontraban las élites intelectuales que defendían y propugnaban los ideales de la recuperación grecorromana, y por otro lado, el pueblo llano. Evidentemente ambos se movían en planos distintos, y es en este hecho donde se encuentran muchas de las cuestiones clave.

La cuestión de la recuperación de la Antigüedad es, a todas luces, compleja y fácilmente discutible. Como hemos señalado antes, la recuperación no existió en muchos campos, como el del arte, en base a la continuación de temas religiosos. Además, no se puede afirmar ni mucho menos que las estructuras sociales o políticas presentaran una vuelta real al mundo grecorromano. Tanto en el campo del arte como en el resto se produjo una "relectura" de lo antiguo, no una "recuperación", obviamente imposible. Los avances y cambios intelectuales, encarnados en los humanistas, rompieron hasta cierto punto con el medievo, pero no trajeron la Antigüedad de vuelta, simplemente porque no se puede. En el otro lado de la balanza tenemos el mundo político y social, en cuyo orden persisten numerosas características que no son nuevas, sino que evolucionan desde la Edad Media, como el papel preponderante de la ciudad o el nuevo alza comercial, estimulado por elementos nuevos y propios de la Edad Moderna como los descubrimientos geográficos, a pesar de que fueron las mejoras en la navegación y el renacimiento comercial de finales del medievo los que los hicieron posibles. En otros órdenes se vuelve a encontrar la "relectura", como puede ser la integración del pensamiento antropocentrista en el cristianismo.

De este modo, parece que la propia concepción del medievo en el siglo XVI viene lastrada desde un principio por un contexto de justificación, basado en una pretendida recuperación del mundo grecorromano frente a la barbarie del lapso transcurrido hasta el momento humanista; de ahí que nos podamos explicar su concepción negativa, apoyada además, como bién señala Sergi, en la Baja Edad Media (siglos XII-XV), con sus revueltas sociales y guerras en el entorno de una Europa azotada por la Peste Negra; con una natural tendencia humana, la de considerar el pasado con una "deformación de perspectiva" , consideraron, en base a los textos clásicos (conservados y traducidos, por cierto, durante la Edad Media) que la decadencia y la barbarie en Europa se desataron desde la caída de Roma ante los bárbaros hasta el tiempo que les tocó vivir, proyectando mucho más atrás la convulsa Europa de los siglos XIV y XV.

En el siglo XVI, se pone por tanto una primera definición de Edad Media, acorde con un sentimiento imperante de contraponerla a una Antigüedad que se pretendía recuperar, para superar un tiempo oscuro, de decadencia y barbarie. El concepto que tiene el Quinientos del periodo medieval arrastra un claro matiz peyorativo, en tanto que sus desarrolladores lo oponen frontalmente a lo que bajo su criterio es el ideal a revivir, el mundo grecorromano.

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