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lunes, 5 de noviembre de 2007

3. Los siglos XVII y XVIII.

3. Los siglos XVII y XVIII.

Los siglos XVII y XVIII representan un punto de inflexión en la historia de Europa, tanto por la consolidación de las formas de Estado absolutistas como por su desaparición, traída a partir del comienzo de las revoluciones liberales. En otro orden de cosas, significó, sobremanera el XVII, la emancipación de la mente humana frente al dogma, con la Revolución intelectual y científica, que condujo al nacimiento de la Ilustración.

En lo que toca al tema de este trabajo, sin embargo, no se aprecian muchos cambios respecto al pensamiento expuesto en el capítulo anterior; la Europa del XVII presentó, en lo que toca al concepto de Edad Media, una curiosa coyuntura; por una parte, la Revolución científica rompió la tendencia, ya presente desde la propia Edad Media, a no separar ciencia y religión; tanto para los eruditos medievales como para los del siglo XVI, conocer la naturaleza equivalía a conocer a Dios, a través de sus creaciones más bellas. Las aportaciones y descubrimientos de científicos como Newton y Descartes, y la eclosión de la filosofía moderna a través de Hume o Locke puso en tela de juicio muchos dogmas, a pesar de los intentos de la Iglesia por contrarrestarlos, y terminó por separar ciencia y religión; de este modo, muchos campos del conocimiento quedaron libres de las referencias a la escolástica medieval. Por otra parte, el papel predominante de la antigüedad clásica en muchos campos se rebajó. En este contexto, se podría esperar que la idea presente en el siglo anterior sobre los tiempos medievales se adaptase a las nuevas circunstancias, con análisis más rigurosos y críticos, a la par de aprovechar el método científico en el enfoque del estudio; sin embargo, no fue así, y pervivió una concepción más bién oscura, a lo que se añadió una cierta concepción de la Historia acuñada por los adalides de la revolución científica, principalmente Descartes.

El siglo XVII fue a todas luces el siglo de las ciencias naturales, eclipsando a muchas otras disciplinas, entre ellas la historia. Sin ir más lejos, Descartes afirmaba que "la Historia, por más interesante, más instructiva y más valiosa que fuera para la formación de una actitud práctica en la vida, no podía, sin embargo, aspirar a la verdad, ya que los acontecimientos que relataba nunca sucedieron exactamente en la manera en que los relataba". Para Descartes, la propia concepción del método científico dejaba fuera a la Historia. Sin embargo, autores como el gran historiador Vico, más que sentirse desalentados, criticarían a Descartes y plantearían su propio método para el estudio histórico. Vico sí se refirió a la Edad Media, pero como ejemplo a la hora de ilustrar su teoría de que muchos periodos históricos repiten o al menos son similares en sus rasgos generales. Comparaba concretamente la Grecia homérica con la Edad Media europea. Por su parte, otros autores como Berkeley y Locke se sumaron en sus críticas al cartesianismo.

De este modo, se podría afirmar que el siglo XVII es un periodo de transición en lo tocante al tema de este trabajo. El despegue imparable de las ciencias naturales eclipsó en gran medida el estudio de los problemas históricos, centrando el debate en el método más que en el fondo de los problemas planteados por la historiografía. El concepto de Edad Media estará sin embargo muy presente en el siglo siguiente.

El siglo XVIII, el siglo de la Ilustración que verá el fin del Antiguo Régimen en Francia nos trae de nuevo a primer plano la Edad Media. Y nuevamente la valoración es negativa, mucho más negativa aún que la mostrada en el capítulo anterior.

Esta visión negativa procede de la propia retórica del movimiento ilustrado y su continua búsqueda del modelo de gobierno ideal. Para los Ilustrados, el sistema político y social del siglo XVIII estaba destinado a ser derribado por los ideales que ellos defendían: libertad, igualdad y fraternidad. De este modo, tenemos a Montesquieu con "El espíritu de las leyes", los estudios históricos de Voltaire y los ensayos de Herder. El pensamiento ilustrado, sin embargo, presenta un patrón común: suelen situar el origen de todos los males del sistema imperante en la Europa del Setecientos en la Edad Media; más concretamente, es digno de análisis la conceptualización y el pensamiento ilustrado sobre el fenómeno del feudalismo y su propia concepción del método histórico aplicado en concreto a la Edad Media.

Empezando por esta última cuestión, parece plausible llegar a afirmar que en líneas generales los ilustrados no tenían una perspectiva verdaderamente histórica de los problemas que pretendían erradicar. Si entendemos perspectiva histórica como "ver que todo en la Historia tiene su razón de ser y que todo existe en beneficio de los hombres cuyas mentes han creado comunitariamente esa historia" nos encontramos con una visión manipuladora y panfletaria por parte de los Ilustrados; para Voltaire, Hume y una buena parte de las élites Ilustradas, palabras como "Edad Media", "barbarie" o "feudalismo" no parecen haber tenido un sentido histórico, filosófico o sociológico. Eran más bién "palabras de injuria que tenían un sentido emocional". Pensar que una época del pasado fue irracional equivale a considerar la historia como un mero polemista, no un historiador. Afirmar que la historia pasada es irracional y bárbara hasta la llegada del espíritu científico moderno no es ser historiador, y aún menos desde la óptica actual. Collingwood afirma en este sentido que "su historia no es sino el relato debido a algún idiota, lleno de ruido y furor, pero que nada significa".

En un sentido algo más moderado y racional se mostraron otros Ilustrados como Montesquieu y Gibbon, quienes aportaron mediante sus obras de análisis de la Europa del XVIII, alejadas del panfletarismo de otros coetáneos suyos, una valiosa base para el desarrollo de la Historia científica en el siglo siguiente. Muy especialmente el primero, con su convencimiento de la racionalidad de la Historia, muy bien reflejado en sus "Considérations sur les causes de la grandeur des Romáins et de leur décadence" , donde se muestra como un historiador innovador y adelantado a su tiempo, negando definitivamente la Providencia y el papel de Dios en el devenir de la Historia, y añadiendo una declaración sobre la necesidad de que el investigador indague las causas del devenir de los gobiernos.

El concepto y tratamiento del fenómeno del feudalismo por parte de la Ilustración es asimismo digno de análisis. Desde un primer momento, el feudalismo fue para la Ilustración un oscuro residuo de tiempos medievales, que había que erradicar. El hecho de que el feudalismo presente en su época se pareciera más bién poco al medieval no entró en sus consideraciones. Efectivamente, como ya hemos expuesto en el capítulo introductorio, el sistema feudal que existía en el siglo XVIII poco o nada tenía que ver con el sistema feudo-vasallático, típico de la Edad Media, sino que era un sistema que se había ido forjando en la propia Edad Moderna. Puede que sus primeras raíces las tuviera en el feudalismo medieval, pero había evolucionado sin duda lo suficiente como para diferenciarlo claramente. Lo que tendió a hacer la Ilustración fue juzgar el modelo feudal medieval en base a la experiencia vivida por ellos, equiparando el feudalismo del XVIII ("carente de estructura piramidal y sin delegaciones de poder vinculadas a la investidura") al medieval.

En síntesis, parece que los siglos XVII y XVIII, considerados en su conjunto, ahondaron más aún en una Edad Media negativa, pese a las aportaciones de autores como el propio Montesquieu a favor de un método histórico que eclosionará en el XIX. Pero al igual que "un fenómeno histórico nunca puede ser explicado en su totalidad fuera del estudio de su momento", el análisis de una evolución conceptual no puede ser aislado de su contexto histórico. No es difícil imaginar, en el contexto político y social de la Francia de la Ilustración, las causas que motivaron la búsqueda de todos los males de la sociedad en la Edad Media. Hubo que buscar algo en lo que encarnar el polo opuesto a los ideales de la Ilustración, y visto el desarrollo que la concepción del medievo había tenido desde el siglo XVI, terminó por encarnarlos.

No obstante, pese a lo eminentemente negativo de la Edad Media para los Ilustrados, el concepto cambiará radicalmente en el siglo XIX, con una nueva concepción. No necesariamente mejor, sino nueva.

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